Radio Atalaya FM 107.3

sábado, 30 de octubre de 2010

El tiempo, los relojes, la vida.

No acierto a comprender la capacidad que tenemos de hacer del tiempo algo que podamos controlar. A menudo estamos tan liados (en el sentido menos placentero del término), que no tenemos tiempo para casi nada. No nos damos cuenta que pasa, inexorablemente, sin que podamos volver a recuperar algo pasado, salvo que lo hayamos vivido y lo tengamos en la memoria, en el recuerdo, en una foto, en una canción o en un sentimiento.

Hay que vivir para poder recordar. Para atrapar el tiempo. Para sentirse y para sentir. Hay que vivir y no esperar a que llegue algo, sino anticiparnos y vivirlo haciendo que parezca que no pasa el tiempo. Así podremos gozar de un día lluvioso y gris, o de otro soleado y azul. Sólo viviendo podremos ser capaces de amar, de compartir, de disfrutar, incluso de llorar.

Cuando se aproximan los días en los que se cambia la hora, siempre pienso qué fácil parece volver a tener una hora para vivir más; o para que pase sin apenas darnos cuenta. Cuando el reloj se adelanta, parece cómo si nos quitaran un tiempo precioso que no podremos volver a recuperar. En cambio, si las manecillas del reloj se atrasan, como pasará esta noche, tendremos una hora nueva, distinta, virgen, insospechada pero que se nos regala en la madrugada.

Me pasa, en jornadas como la de hoy, que pienso en cuántas horas podemos tener más a lo largo de la vida para vivirlas y cuántas otras se nos escapan de las manos (¿o de la vida?), sin apenas darnos cuenta.

Vivamos todas las horas, todas. Las tristes, las felices, las dichosas, las amargas. Vivamos todo el tiempo que tenemos, todo. Estas líneas de hoy, en días de otoño, de cambios de hora, de fiesta de Santos y Difuntos, de recuerdos, homenajes y añoranzas, de celebraciones, de alegría, de descanso, me llevan sobre todo a tratar de conquistar el tiempo, para vivirlo, para sentirlo, para llenarlo de vida, para no dejarlo pasar.

Para amar, para compartir, para rezar, para vivir.

jueves, 28 de octubre de 2010

No me gusta hallowen

Lo siento, no lo puedo remediar. Me da mucho coraje la fiesta importada ésta, cuando nosotros tenemos más que temas para explotar estos días desde el punto de vista comercial o festivo. Sigo pensando que sería mucho más divertido y quizá ocurrente, ahora que están de moda todos los eventos de recuperación de edades pasadas (ya sea fiestas medievales, carolinas, alfonsinas o alfonsíes, mozárabes y yo qué cuántas más....), hacer un fiestón en el que se disfrazara uno de don Juan Tenorio, otras de doña Inés, y otros tantos de personajes parecidos.

Y no digamos lo que podría dar de sí una fiesta de los Muertos, sin tener que recurrir a todo este montaje de allende los mares.

En fín, no quería dejar de volver a decirlo, ¡que no me gusta "jalogüen"!!!, ea.


martes, 12 de octubre de 2010

Irse sin pagar o de cómo Boliden sabe de desastres ecológicos

La Unión Europea ha tenido la brillante idea de nombrar entre los asesores para el desastre ecológico de Hungría a una de las responsables de Medio Ambiente de la empresa..... (tachín, tachín....) BOLIDEN. Nada más y nada menos que la que provocó el desastre de Doñana en 1998. La empresa Boliden se fue de rositas, a pies juntillas y a la chita callando, dejando el peor lastre que se puede dejar y sin pagar ni un euro por la responsabilidad que tenía y que tiene, pues las secuelas de la contaminación son eternas, en aquel tremendo caos que provocó.

La propuesta de Pia Lindstrom como asesora, parte de Suecia y según dicen solo responde a criterios técnicos. Hungría lo acepta y al parecer el resto de miembros de la U.E. también. ¿Qué dice España? ¿cómo puede aceptarse que Suecia, nacionalidad que también es la de la empresa Boliden, nombre a esta "especialista" para un caso similar al que todavía trae de cabeza a tantos ecologistas y científicos que se escandalizan al saber de la designación?. Desde luego me parece una torpeza que nuestros representantes en la U.E. no hayan dicho nada y aprovechen para reclamar lo que Boliden debe a España a causa de su mala gestión medioambiental en Doñana. Y para colmo, van y nombran como asesora a una "miembra" de la empresa. Seguro que, como vaticinan algunos, lo que va a enseñarles esta señora Pia a los que han causado el desastre del barro rojo será a no pagar.

Ellos nos deben más de 240 millones de euros y su responsable de Medio Ambiente, que seguro cobrará un buen pico de la U.E. va y se pregunta, como quien no quiere la cosa si la gente en el entorno de la balsa minera rota cerca de Doñana estaba satisfecha con la reparación. Me río por no llorar.

Para que no se nos olvide, Lindstrom trabajó en Aznalcóllar tras el vertido hasta que la empresa sueca cerró su filial española y desapareció sin pagar la reparación.

Así se escribe la historia. ¡Qué pena!