Radio Atalaya FM 107.3

lunes, 29 de agosto de 2011

Adivinar algo en lugar de saberlo todo siempre

Veía en facebook una foto de unos queridos amigos en Berlín y recordé, sin haber estado, que uno de los lugares de esa ciudad que me encantan es la columna del Ángel y el “Cielo sobre Berlín”.

Después de la enorme carga positiva de los momentos de la JMJ de Madrid, que en lo espiritual ha sido más intensa de lo mucho que ha supuesto materialmente o de esa extraña satisfacción de vivir en Cabra y estar cerca de todo (que para algo estamos en el Centro de Andalucía) y de tener unas piscinas que son la envidia de muchos y del recuerdo de los mejores tiempos de la infancia, agosto empieza a terminar.

Después de unos días de trabajo en la vecina y para mí, querida Ciudad de Lucena, retornar a Cabra, cada día, es motivo de satisfacción. Y así abría paso a los recuerdos, aunque fuera en diez minutos, mirando a la Sierra.

Quise recordar lo que pasó hace diez años, cuando tuve el honor de pregonar las Fiestas. Y recordé también que fue en aquellos días cuando tenía que asumir la pérdida de mi padre, que tanto me enseñó de tantas cosas y que tanto sigo teniendo presente cada día, aunque físicamente lo añore. Cada día más. Hay que ver lo que son las cosas. Diez años ya, ¡cómo pasa el tiempo!.

Aún así, en este agosto que termina, las tardes en el Llanete de la Huerta de Valle haciendo la carroza, nos llevan a disfrutar de unos efímeros días de gozo que anticipan el aún mayor que nos espera en Septiembre. Y disfruto de la AMISTAD. Con mayúscula y a ser posible con triángulos de colores: verde, amarillo, blanco y rojo. La que nos proporciona la edad, o la cofradía, el cariño que nada pide a cambio. La que nos aporta tanto y tanto. Que no conoce de política, ni de intereses, ni de juicios. La de verdad. La que tengo la dicha de tener.

Y el AMOR, el que sigue presidiendo el día a día de nuestras vidas, especialmente en las situaciones que son el sustento de cada minuto y que ya suma más de cuatro lustros. Algo que los ángeles, incluso los del Cielo sobre Berlín, no pueden apreciar.

Pero nosotros, si.

Y aunque parezca mentira, o resulte sorprendente, lo más gótico de todo este momento, quizá sea el rostro y la escultura “esotérica” de la que llamamos en la eclosión de nuestro septiembre “Divina Serrana”. Esa que está escondida bajo el manto y trono con el que la identificamos en nuestra retina pero que esconde los más remotos orígenes en el secreto de los siglos. Le pese a quién le pese, el símbolo y signo que más une a los egabrenses y a cuántos se sienten como tales y comparten con nosotros estos días.

Estos días, que son todo lo contrario de aciagos, más calurosos que julio, pero ilusionantes ante lo mucho que nos espera en Septiembre: Feria, encuentro con los familiares y amigos que vienen estos días, carrozas, bailes y cantes, casetas, vino y tardes de fiesta, ir y venir para “ver a la Virgen”, y un largo etcétera que cada uno conformará en sus adentros y que todos compartiremos apenas sin darnos cuenta, recreando el fervor de los siglos, la tradición de nuestros mayores y dibujando el perfil de quiénes nos sucedan.

Y lo haremos con “el deseo de experimentar todas esas emociones de las que únicamente somos testigos observadores” como niños que nada cuestionan y todo lo viven, ansiando que el tiempo se detenga y que lo disfrutemos como si fuera eterno.

Así, sin darnos cuenta, o dándonos cuenta de todo, el tiempo nos llevará a un nuevo Septiembre que estrena vivencias y rumores, que nos traen la esencia peculiar de este pueblo, apenas conocido incluso por quiénes nos jactamos de ser sus moradores.

Y así, habremos de adivinar algo, o mucho, “en lugar de saberlo todo siempre”.

Así que pasen unos días:

Siempre será Septiembre. O al menos, siempre tendremos Septiembre.

Disfrútenlo, disfrutémoslo, amigos y amigas. ¡Que ya viene la Serrana!

1 comentario:

MJ Carmona dijo...

Echaré menos el olor a nardos. La entrada de la Divina Serrana frente a mi casa. Ya Septiembre para mí nunca será igual, pero, al fin y al cabo, seguirá siendo Septiembre y siempre estará ahí, al final del verano, esperando reencuentros y luego despedidas con un hasta pronto. Feria y Fiestas que mi padre disfrutaba como un niño chico, recibiendo a Nuestra Madre con su mejor traje y, como siempre, la mejor de sus sonrisas. Septiembre ya no será lo mismo para mí pero sé que aí seguirá y si un día la fuerza me acompaña, volveré.