Radio Atalaya FM 107.3

miércoles, 13 de mayo de 2020

Pasa el tiempo.

Ya dos meses desde aquel 13 de marzo que nos confinaba y se barruntaba como una fecha que marcaría los días de un calendario que no sabíamos cómo se iba a desarrollar. Y hemos aprendido a vivir esta etapa que aún está en proceso por lo que no podemos bajar la guardia. Seguimos pasando fases, semanas, días, horas. 

A fin de cuentas, eso es lo que pasa en la vida. Hacemos planes, tenemos objetivos, vivimos con la vista puesta en algo y, de pronto, nos damos cuenta de que todo puede cambiar. Nuestra resiliencia nos hace actuar conforme a un instinto de supervivencia protista y hasta en las más adversas condiciones solemos buscar todas las opciones posibles para llevarlo de la mejor manera posible. Eso es vivir. Y esa es también parte de nuestra condición humana que en este tiempo ha incorporado una visión más espiritual, más inmaterial que nos ha llevado (al menos así parece) a considerar de otra manera y de nuevo, aquellos valores intangibles que se han mostrado importantes en estas semanas y que quizá habíamos dejado de lado. Ya lo hemos dicho otras veces, lo cotidiano nos pasa inadvertido. 

Así vemos cómo el tiempo - o más bien su concepción vulgar que diría Heidegger en su libro El ser y el tiempo - pasa inexorablemente a nuestro lado, y no deja indiferente nuestra percepción de las cosas. Caemos en la cuenta entonces que somos nosotros los que pasamos, como dice el viejo aforismo. Y ahí entramos inmersos en un recuerdo que surge de una fotografía, una canción, una emoción o un auténtico vuelco que nos lleva a mirar la estela de lo que fuimos para saber qué es lo que somos. 

Soy fan de la serie El Ministerio del Tiempo. Y en el segundo capítulo que vimos en la noche del martes 12 de mayo, algunas frases y momentos me llevaron a los años 80. También me resultó graciosa la recreación del "Un, dos, tres..." en el Madrid cortesano de Felipe IV y la adaptación del tiempo para las respuestas con una viola, un clave y un flautín... curioso. 

Pero lo que más me llamó la atención fue una de las frases de Salvador, el subsecretario del Ministerio cuando dijo que "¡los ochenta!, época de libertades. Ahora en pleno siglo XX nadie se atrevería a producir esta película (hablando de Laberinto de pasiones de Almodóvar) ..." y como dice mi amiga María José Carmona: “nos parece mentira haber vivido aquello". 

Música y amistad que pudimos vivir en la Granada de los 80. Se me cuelan por la memoria, entre tantos buenos momentos compartidos con mis amigas y amigos del Hispano, escuchar a Maria José en Radio Genil o aquellos impagables conciertos de la "jazzería" de la Acera del Casino, en el viejo ambigú del Isabel la Católica - por entonces era sala de cine- que fueron parte de la también intensa movida granadina (que no solo la hubo en Madrid).

Pienso entonces en aquella frase de Octavio Paz en El Laberinto de la soledad: "el tiempo deja de ser sucesión y vuelve a ser lo que fue, y es, originariamente: un presente en donde pasado y futuro al fin se reconcilian".  

Y me doy cuenta que el presente es, al fin y al cabo, nuestra más auténtica manera de vivir y por tanto de ser. 


    
   Un libro
Martín Heidegger - El Ser y el tiempo (1927)