Radio Atalaya FM 107.3

domingo, 4 de octubre de 2020

Una vieja foto

Comienza octubre y entre las primeras sensaciones del otoño, la temperatura nos va diciendo que cambiamos de estación. Que aunque queden algunos calores por sentir, ya no será como en verano. 

Cuando el confinamiento, pensaba que todo esto iría pasando. Mas lejos de cumplirse esa aspiración, nos encontramos en un momento complejo que no sabemos cómo terminará. 

Venimos observando cambios en las actitudes, en los comportamientos, en la manera de vernos y saludarnos. El contacto físico y la cercanía, que eran una característica de nuestra manera de ser, más allá del entorno amable de convivencia estrecha, se ha convertido en una quimera o puede que sólo sea un recuerdo de como nos relacionábamos antes de la COVID-19. La pandemia está haciendo estragos en ¡tantas vidas y cosas!. 

El ser humano ha de adaptarse o morir. Una vieja sentencia que, como siempre, toca llevar a la práctica. Y mientras se afanan ciencia y experiencia en descubrir cómo combatir y aislar al virus, asistimos también al perplejo mundo de los políticos que hacen de la Política de todo menos "el arte de lo posible". Pero de eso, mejor no hablar. 

En la adaptación, hemos podido aprender a disfrutar más y  mejor de lo cercano, de lo próximo, de lo cotidiano. Estamos aprendiendo - cada día tiene su afán - a respetar normas y a cumplir directrices que, nos guste o no, han de ayudar a que logremos vencer al enemigo que quebranta nuestras comodidades. No podemos olvidar que hay muchos enemigos más y que, las más de las veces, por lejanos, creemos que no existen. Y hay otros que, aún siendo próximos, escapan a la actualidad noticiable y, por tanto, ni siquiera se hacen eco en nuestra cotidianeidad. Estos estarían entre "los demonios cotidianos" que decía un viejo amigo monje de Silos. 

Entre todas estas sensaciones, sigo echando una mirada a las fotos del archivo familiar. Las fotos nos traen recuerdos, cercanos o lejanos. Y me encuentro con una de un sábado de octubre de aquellos en los que refrescaba tanto o más que ahora. 

Un niño arreglado y con pantalón corto - no nos poníamos el pantalón largo hasta que el invierno calaba los huesos -, acompaña feliz y dichoso a dos mujeres enlutadas. Mi abuela Dolores, con su velo y su abrigo de entretiempo y aquel gesto serio que guardaba los secretos de una vida muy difícil; mi tía Sierrita, esbelta, guapa y sonriente,  contrarrestando así las duras circunstancias que le tocó vivir. Ambas elegantes y enlutadas hasta más no poder, que esa era otra de las constantes de mis recuerdos de infancia. 

No se muy bien cuáles eran las razones, pero el luto - con lo que suponía entonces -  parecía estar instalado en nuestras vidas y no había manera de sacarlo. Además de ser una memoria en blanco y negro, me cuesta recordarlas vestidas de otro color.  

Aún así, tengo unos magníficos y felices recuerdos. Éramos felices, incluso con las adversidades propias de cada vida. Y conservo una alacena llena de recuerdos, cariños, afectos y sensaciones agradables. Siempre al calor de la familia que, unida, cercana, presente, compartía todo lo que pasaba a nuestro alrededor.  Esos valores han quedado para siempre. 

De paso diré que aquella indumentaria, con pantalón y calcetines cortos, y con un lazo a la camisa de manga larga, sin que faltara la rebeca por si hacía más frío, no deja de ser la de un pequeño niño al que su madre vestía con ropa de domingo para despedir la imagen de la Virgen de la Sierra, nuestra patrona. Y yo me sentía tremendamente dichoso de ir así vestido en un día señalado en aquellos calendarios de hace más de medio siglo, cuando subir a la Sierra no era lo que es hoy. Esos son los recuerdos que me trae una foto tan entrañable como esta y espero no traicionar la memoria sabiendo que habría otros muchos que no soy capaz de desvelar porque tendría casi que inventarlos. 

Este sábado 3 de octubre o tal vez el próximo, habría sido parecido a aquel de la foto en la Plaza Vieja de Cabra en la que acompañando a mi abuela y a mi tía, íbamos a despedir a la Virgen de la Sierra que subía un domingo de octubre de nuevo a su santuario, como habría subido por estas fechas. 

La Virgen que ha estado en la parroquia, ya está en el Picacho en este año de pandemia. Y mi tía y mi abuela no están físicamente entre nosotros pero su memoria sigue presente cada día, como en esa vieja foto que hoy, casi sin esperarlo, se topa de frente con mis emociones, en el sentimientos del fresco otoño que parece haberse presentado de pronto.  



miércoles, 13 de mayo de 2020

Pasa el tiempo.

Ya dos meses desde aquel 13 de marzo que nos confinaba y se barruntaba como una fecha que marcaría los días de un calendario que no sabíamos cómo se iba a desarrollar. Y hemos aprendido a vivir esta etapa que aún está en proceso por lo que no podemos bajar la guardia. Seguimos pasando fases, semanas, días, horas. 

A fin de cuentas, eso es lo que pasa en la vida. Hacemos planes, tenemos objetivos, vivimos con la vista puesta en algo y, de pronto, nos damos cuenta de que todo puede cambiar. Nuestra resiliencia nos hace actuar conforme a un instinto de supervivencia protista y hasta en las más adversas condiciones solemos buscar todas las opciones posibles para llevarlo de la mejor manera posible. Eso es vivir. Y esa es también parte de nuestra condición humana que en este tiempo ha incorporado una visión más espiritual, más inmaterial que nos ha llevado (al menos así parece) a considerar de otra manera y de nuevo, aquellos valores intangibles que se han mostrado importantes en estas semanas y que quizá habíamos dejado de lado. Ya lo hemos dicho otras veces, lo cotidiano nos pasa inadvertido. 

Así vemos cómo el tiempo - o más bien su concepción vulgar que diría Heidegger en su libro El ser y el tiempo - pasa inexorablemente a nuestro lado, y no deja indiferente nuestra percepción de las cosas. Caemos en la cuenta entonces que somos nosotros los que pasamos, como dice el viejo aforismo. Y ahí entramos inmersos en un recuerdo que surge de una fotografía, una canción, una emoción o un auténtico vuelco que nos lleva a mirar la estela de lo que fuimos para saber qué es lo que somos. 

Soy fan de la serie El Ministerio del Tiempo. Y en el segundo capítulo que vimos en la noche del martes 12 de mayo, algunas frases y momentos me llevaron a los años 80. También me resultó graciosa la recreación del "Un, dos, tres..." en el Madrid cortesano de Felipe IV y la adaptación del tiempo para las respuestas con una viola, un clave y un flautín... curioso. 

Pero lo que más me llamó la atención fue una de las frases de Salvador, el subsecretario del Ministerio cuando dijo que "¡los ochenta!, época de libertades. Ahora en pleno siglo XX nadie se atrevería a producir esta película (hablando de Laberinto de pasiones de Almodóvar) ..." y como dice mi amiga María José Carmona: “nos parece mentira haber vivido aquello". 

Música y amistad que pudimos vivir en la Granada de los 80. Se me cuelan por la memoria, entre tantos buenos momentos compartidos con mis amigas y amigos del Hispano, escuchar a Maria José en Radio Genil o aquellos impagables conciertos de la "jazzería" de la Acera del Casino, en el viejo ambigú del Isabel la Católica - por entonces era sala de cine- que fueron parte de la también intensa movida granadina (que no solo la hubo en Madrid).

Pienso entonces en aquella frase de Octavio Paz en El Laberinto de la soledad: "el tiempo deja de ser sucesión y vuelve a ser lo que fue, y es, originariamente: un presente en donde pasado y futuro al fin se reconcilian".  

Y me doy cuenta que el presente es, al fin y al cabo, nuestra más auténtica manera de vivir y por tanto de ser. 


    
   Un libro
Martín Heidegger - El Ser y el tiempo (1927)


jueves, 23 de abril de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Volver a los 17



"Después de vivir un siglo,
es como descifrar signos
sin ser sabio competente.
Volver a ser de repente
tan frágil como un segundo,
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios.
Eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.
Se va enredando, enredando
como en el muro la hiedra,
y va brotando, brotando
como el musguito en la piedra,

sí, sí, sí."




Rebuscando fotos antiguas en ese proceso que está ocupando algunas de las horas de estos largos días del confinamiento, encuentro las que me sirven de excusa de esta "vuelta a los 17" a la que me llevan musicalmente, más o menos. Y desde aquella segunda década del siglo XX, apenas un siglo ha servido para ver cómo cambiaba la forma de atención al público. En nada quedaron aquellas ventanillas, mostradores, distancia, colas, turnos que pensábamos habían desaparecido para siempre.




Aquella forma de atención seguramente surgió, como otras costumbres, para evitar contagios tras el miedo de la gripe del 18. Las vacunas y otros medios profilácticos nos fueron quitando cristales y mamparas para acercar el contacto entre clientes y usuarios. 




Recuerdo las modificaciones en las ventanillas de los bancos quitando aquellos largos mostradores y cristales que nos separaban del público. Algo parecido ocurrió en casi todas las formas de venta. El mostrador, la ventanilla, los cristales fueron desapareciendo de farmacias, tiendas, comercios, oficinas y clínicas.

Puede que las últimas fueran las de las administraciones públicas que, finalmente, también se eliminaron para facilitar el contacto entre el funcionariado y las personas usuarias. También para que se acabara aquello del "vuelva usted mañana..." y apareció la cita previa o la administración electrónica que ya es nuestra imprescindible aliada. 

Este cambio en las formas de contacto supuso toda una revolución que no siempre fue bien acogida por las personas trabajadoras por lo que suponía: pérdida de privacidad en la gestión interna, dificultad para atender según habíamos aprendido e incluso un riesgo evidente para la salud, poniendo en cuestión los derechos que reconoce la legislación en materia de Prevención de Riesgos Laborales. Sin embargo el cambio se asumió.

Llegaron los puntos de información o atención, las mesas con confidentes, la eliminación de barreras para facilitar el contacto físico o incluso ese puesto de greeter que se implantó en las renovaciones de oficinas bancarias hace apenas unos años. A nadie nos resultaba extraño ya el modelo de las tiendas de móviles, establecimientos en grandes superficies o nuevos conceptos de oficina bancaria, comercios y un largo etcétera. 

Mas llegó el COVID-19 y todo cambió. 


Y como si volviéramos a aquellos años en que el miedo al contagio cambió nuestra forma de atender y ser atendidos, tendremos que volver a ver mamparas y ventanillas que eviten que el virus campe por sus fueros.

Me planteo esta madrugada si pronto volveremos a ser los de antes - ojalá - y que, sobre todo, hayamos aprendido a apreciar lo que es realmente importante en nuestro vivir cotidiano. 

¡Ánimo! entre todos saldremos adelante. 


Un libro 


"No es el momento para meditar sobre los orígenes, los precedentes y el destino ulterior de esta visión de las cosas, y de las discusiones que ha suscitado". 




Pierre Vilar.  Pensar históricamente.  
Barcelona: Crítica, 1997, 240 p.






lunes, 20 de abril de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - ¿Eres feliz?


Hace años, más de la cuenta, estuve viviendo y trabajando en la Costa del Sol. Recuerdo que, cada mañana, cuando llegábamos a la oficina el responsable del equipo pasaba mesa por mesa y nos preguntaba ¿eres feliz? Esa era su forma de dar los buenos días. Y se iba.

No esperaba respuesta y dejaba lanzada la interrogante sin que fuéramos capaces de reaccionar de inmediato. Su estrategia, al principio, parecía desconcertante. Sin embargo, con el paso del tiempo, me acostumbré y esperaba llegar cada mañana y encontrarme con aquella pregunta que, primero mi jefe luego amigo y compañero, lanzaba sin esperar respuesta inmediata. A mí me sugería una respuesta ágil, breve y sincera que aunque parezca difícil de contestar, intentaba responderla de inmediato.

Desde aquellas mañanas, en las que un café tempranero daba las primeras pautas de unas jornadas intensas, la pregunta que nos hacía Pedro - que así se llama mi amigo- he procurado que sea una constante en mi día a día para demostrarme que amanecer y estar es ya un motivo para ser feliz. O eso me parece sentir a mí. Y muchas cosas más, pues sigo pensando lo mucho que debo agradecer a la vida “que me ha dado tanto” como escribió Violeta Parra.  


Luego pasábamos las tardes entre trabajo y paseos junto al mar, tomando alguna copa, conociendo lugares y compartiendo vida con gente. Recuerdos que hoy parecen un ensueño, pero que han pasado a formar parte de nuestras vidas gracias a lo selectivo de la memoria.



Seguimos en estos días de distanciamiento, de incertidumbre y de confinamiento, asumiendo que todo nos cambiará. Sí, nos cambiará, a nosotros y a lo que nos rodea. Y entonces, cuando todo esto pase, a la pregunta de ¿eres feliz? seguiré intentando responder con una sonrisa y un silencio que se hará respuesta afirmativa.

Porque Pedro me enseñó que a esta respuesta hay que contestar sí y entonces descubrir que – como él decía – “esa es la actitud para conseguirlo”.


Un libro

Zobeida. 
"Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad como en el sueño"

CALVINO, Italo. Las ciudades invisibles. Siruela, 2012.

miércoles, 8 de abril de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Patio / madre



"La casa de mi madre
Huele a brisas de geranios
Paseándose en el patio"...



Y ella nos espera con su ánimo

en este confinamiento que tan bien está llevando. 
Enseñándonos con su paciencia y experiencia
que podemos superar estos momentos
porque el confinamiento
nos impide estar unidos.
El patio es esencia de su vida
lugar cotidiano de su aliento
espacio donde vive la alegría
que ella transmite y cuida cada día. 

Es una campeona que vive y nos alienta
con su patio siempre limpio y arreglado
esperando, como nosotros, cuanto antes
que todo esto haya pasado
y volvamos, jubilosos, a encontrarnos
a abrazarnos sin descanso
y estar, de nuevo, todos juntos en el patio.

martes, 24 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Día décimo - Frontera


24 de marzo - Día décimo

Cuando pase todo esto diremos que nos tocó vivir en la época del coronavirus. Que fue una pandemia que nos obligó a replantearnos las cosas y que tuvimos que aprender a vivir, día a día, en un confinamiento que no era otra cosa que estar en contacto con lo diferente. Cada día haciendo equilibrios para no caer en la apatía, en la desesperanza o en el miedo. Que fue un choque con nuestra cotidianeidad situándonos en la tesitura de estar ante algo totalmente desconocido.

Y en estas me da por pensar que estamos viviendo una situación de frontera. Que estamos tendiendo puentes entre unos y otros para superar “esta lejanía que duele cada día” como dice la canción que os dejo


Estamos aprendiendo a situarnos ante un campo de tensión y lo hacemos reflexionando sobre cómo pensamos, cómo dialogamos, cómo creemos, cómo convivimos y, sobre todo, cómo superamos lo mejor posible lo que nos está pasando.

Nuestra frontera es ahora la puerta de la casa y comprendemos que una barrera es más compleja de lo que nos parecía sin percibirla tan cercana. Y tal vez podamos aprender también que habrá que ir eliminando fronteras, ahora que nos vemos obligados a no traspasarlas.

Marrakech 
En la frontera se cuestionan las seguridades, se produce un conjunto de relaciones que a veces incluso nos hace crear también fronteras en lo cercano. Por eso, tal vez empiece a ver que la frontera tendría que ser cercanía y proximidad, cerrar puertas a la indiferencia o al no compromiso, imaginar una tierra de todos más que una tierra de nadie.

Y compruebo que la dimensión de la frontera nos lleva a mirar cuestiones internas, a hablar de lo que pasa en los espacios que obligatoriamente tenemos que compartir, a no saber muy bien cuándo o cómo saldremos de esta.

Sí. Tal vez seamos como migrantes en una situación complicada, pero nada que ver con aquellas personas que llevan años sin saber cuándo terminará ni cómo, su travesía. Y no digamos las que están pasando por la enfermedad o las que nos ayudan cada día a superarla. 

Por eso hoy, mi confinamiento quiere ser un toque de atención al desafío que tenemos por delante: cumplir con disciplina lo que nos dicen para salir de esta situación y desde la esperanza comprender a cuantos viven en fronteras donde es casi imposible vivir.

¡Nos vemos y escuchamos a las ocho de la tarde en los balcones y ventanas!

Una cita

Una variación infinita animaba ahora diariamente la sordidez de mi celda, y la regularidad de mis ejercicios fue devolviendo a mis facultades intelectuales su socavada seguridad; sentía cómo la perpetua disciplina a la que ahora se veía sometida mi mente le había devuelto la agudeza y la prontitud.

Stefan Zweig
Novela de ajedrez
Acantilado 2001

lunes, 23 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Día noveno - Cintas de casete


23 de marzo - Día noveno


Mientras intento no prestar demasiada atención a las noticias, hoy en vez de fotos, me pongo a mirar en una de esas cajas que no sé cuánto tiempo lleva cerrada. La abro y me encuentro con otra cajita, más pequeña, que tiene una pegatina envejecida, amarillenta, en la que con una tinta de bolígrafo desteñida se lee: cintas de cassette.

Al abrirla me encuentro con recuerdos de los años 80 y 90 del siglo XX, en los que, grabadas, están las canciones y algunos otros asuntos que marcaron una época.

Especial sentido tienen unas cintas que me grababa mi amiga María José Carmona y que fueron mis compañeras de viaje en no pocos recorridos de Granada a Cabra. Durante años han permanecido guardadas y ahora, de nuevo, vuelven a recordarme que son no solo la sintonía de nuestra vida sino la vida misma hecha sintonía. Son clásicos de aquellos años granadinos que siempre llevo presentes.

Alguna es especial por lo que significa, pero son un todo que merece la pena volver a escuchar en un viejo radiocasete que, afortunadamente, conservo para poder reproducirlas. La lista me sirve para crear una nueva en las plataformas actuales y así oir las canciones de aquella época. 

Les dejo una de ellas. 


Y es que nunca me acuesto sin haber aprendido algo nuevo... ¡grande Coppini!

Sigo en el confinamiento y me llegan mensajes con noticias poco alentadoras, con cifras y datos que empeoran la situación, sabiendo que esto se alarga más de lo previsto. Alguna persona muy cercana sufre síntomas y eso hace que la preocupación sea mayor aún de lo que ya lo era. 

Y vuelve a planear la duda razonable de si no hemos sabido actuar a tiempo cuando la cosa empezaba. Ahora, lo que importa, es que hagamos lo que hay que hacer y cumplamos todo lo que se nos pide para atajar este crecimiento que, cada día, nos hace más frágiles ante tamaña pandemia. Ya habrá tiempo, y con todos los énfasis y vehemencia que queramos, de evaluar lo que se hizo y cómo se hizo. 

Hoy, (y mañana, y pasado y al otro...) actuar conforme nos digan es la prioridad inexcusable para que seamos capaces de parar, en el tiempo más corto posible, este mal que azota nuestro mundo. Y seguir aprendiendo de lo que está pasando y cómo lo estamos viviendo. 

¡Ánimo!, yo, además, también rezo. 


Una cita

"De vuelta a casa encendí la chimenea y pensé: otra vez aquí sentado y lo mismo podría estar en Berlín o en América, o muerto hace tiempo, que mi actividad y mi vida no son útiles para nadie, transcurren solitarias, encerradas en sí mismas, sin fruto". 

Hermann Hesse
Obstinación. Escritos autobiográficos.
Alianza Ed.  1979

domingo, 22 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Día octavo - Laetare


22 de marzo - Día octavo


Alegraos…

Escucho el tic tac del reloj de sobremesa en el silencio que acompaña este domingo. 
Llueve ligeramente y al asomarme a la ventana noto que hace más fresco. 
De pronto surgen con fuerza algunos rayos de sol. 
La calle está en calma. 
Es primavera.

Membrillos en flor en la vega del río Salado, en Azores. E.G.R.

Pasan los días. Los llevamos con preocupación o dudas, con algo de miedo, cumpliendo lo impuesto, con más multas de lo deseable. Mil historias habremos buscado y estamos compartiendo en las horas, minutos y segundos de estos días. Unas más alegres otras menos.

Este domingo se viste de rosa. Es una antigua costumbre cuaresmal que cambia el morado para llamar la atención porque ya queda menos para la Pascua. En esta cuaresma del confinamiento nos viene bien una imagen así, en rosa, como los membrillos en flor, para que lo cotidiano se torne más liviano y sintamos que ya queda menos para llegar al final de esta situación.



Hoy, además, podemos tomar en casa un buen pincho de felicidad porque “darle la vuelta a la tortilla”, puede ser la mejor manera de aprender a ver las cosas de otra manera. Pasarán estos días de confinamiento y habremos aprendido que todo esto nos ha servido para pasar mejor el resto de nuestra vida. 

Mañana habrá que continuar con el confinamiento y seguir encerrados con paciencia para superar la crisis del coronavirus. Es ocasión de descubrir algo nuevo cada día y no caer en la rutina de unos días que se antojan largos. El cansancio puede presentarse, pero vamos a plantarle cara dándole la vuelta a la tortilla. Os dejo este enlace musical por si os apetece. A mi me gusta mucho

 Dale la vuelta a la tortilla

Todas las personas que día a día lo están dando todo por cuidar, atender, vigilar, rezar, seguir ofreciéndonos lo imprescindible, informar, y un largo etcétera merecen nuestra gratitud y nos dan la confianza para sentir alegría en este domingo cuyo nombre – Laetare - viene de la antífona de la liturgia que se viste de rosa en medio de estos cuarenta días.

Y como si fuera un desierto que nos parece inmenso y difícil de recorrer, esta travesía, si no desfallecemos, solo será un recuerdo. 


Una cita

El muchacho entendió lo que el camellero quería decir, aun sin haber pisado nunca antes un desierto. Cada vez que miraba el mar o el fuego era capaz de quedarse horas callado, sin pensar en nada, sumergido en la inmensidad y la fuerza de los elementos. “Aprendí con las ovejas y aprendí con los cristales – pensó - puedo aprender también con el desierto. 
Él me parece más viejo y más sabio”. 

Paulo Coelho
El Alquimista
Planeta  / Espasa 2004

sábado, 21 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Día Séptimo - Descanso

21 de marzo - Día séptimo


     ... y al séptimo, descansó.



Una cita

"El descanso real siempre es un volver sobre uno mismo y recuperarse, es decir, recuperar el ser. Con el descanso no vamos sino construyendo en nosotros una nueva consistencia interior que nos permita espesarnos, cohesionarnos e integrarnos". 

Descanser - Descansar para ser
José María Toro
Descleé De Brouwer, 2010




    Una imagen


       Jean Francoise Millet
       Descanso al mediodía / La méridienne
       Museum of Fine Arts, Boston, EEUU

       Una canción
       Silvio Rodriguez nos deja una canción...


viernes, 20 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Día sexto- Tiempo


20 de marzo - Día sexto

Sigo con las fotos y me encuentro con una de un viaje que hice un mes de marzo a Braga en Portugal. Subí al vía crucis más singular y espectacular de cuantos he conocido, el del santuario de Bom Jesus.

Entre las fotos encuentro una que me sirve para representar que la primavera quiere abrirse paso. Y así un árbol florece tras una reja cerrada y las flores traspasan la puerta como queriendo vencer su encierro. Porque hoy ha comenzado la primavera, aunque vayamos a percibirla cuando pase algún tiempo. Tiempo que estos días estamos aprendiendo a percibir con otra perspectiva. Y en este viernes cuaresmal que abre las puertas a una nueva primavera, tengo también una alegría especial porque mi amiga Ana que ha tenido el coronavirus, ha sido dada de alta y ya está en su casa recuperándose.

Decía Aristóteles que “cuando nada cambia en nuestro pensamiento o cambia sin que lo advirtamos, entonces no nos parece que haya pasado tiempo”. Pues ha pasado el tiempo porque están cambiando cosas y lo estamos notando. Lo mismo que el calendario y el reloj siguen avanzando, y que la ansiedad o la duda de este tiempo nos puede angustiar, recibir un mensaje como el de Ana abre una puerta a la esperanza.

Ella nos daba ayer un mensaje sencillo, corto y claro, dando ánimo. Que tengamos paciencia, que nos quedemos en casa, que valoremos todo lo que tenemos, que cumplamos lo que nos dicen y desde su fe sincera nos invitaba también a “confiar en el Señor”. No le faltaron palabras de gratitud al personal del hospital de Cabra y a las personas que la han atendido o a los mensajes que le han hecho no sentirse sola en esta travesía. Hemos llegado al día sexto de este confinamiento y quizá sus palabras sean más que ilustrativas de lo que podemos hacer: esperar, valorar, confiar, agradecer, cumplir. Y reflexionar porque como ella decía, ahora “tenemos tiempo para hacerlo”.

La pautas de la medida del tiempo, más allá del deseo humano de hacerlo, vienen marcadas por la rotación de la tierra o los ciclos de la luna y el sol, algo que no podemos controlar. Y así pasamos del invierno a la primavera en este equinoccio (¡qué palabra más bella!). Por las noches veremos que la luna se va agrandando para llegar al plenilunio de Nisán que este año será muy, muy distinto.

Estamos aprendiendo muchas cosas que espero nos sirvan para el futuro que está por llegar. Entre ellas que las certidumbres son tan frágiles como nuestra propia naturaleza. Lo mismo tendremos que conocerla y entenderla mejor para ver cuáles son las posibilidades y oportunidades que tenemos por delante. 

Como decía Ana, ahora que tenemos tiempo, vamos a reflexionar.


Una cita

“El dilema de Epicuro enfrentó el determinismo postulado por los físicos de su época. Hoy la situación es otra. Las ciencias confirman nuestra experiencia de la temporalidad: vivimos en un universo en evolución. Las leyes de la Naturaleza adquieren una nueva significación: ya no tratan de certidumbres sino de posibilidades”.

Ilya Prigogine
El fin de las certidumbres
Taurus 1997



jueves, 19 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Día quinto - Videoconferencia


19 de marzo - Día quinto

Nos toca vivir este confinamiento por el coronavirus en el tiempo de la comunicación total. Parece lejano y hace apenas unos días que se nos venía alertando del aislamiento por estar enganchados a los móviles perdiendo la cercanía de los contactos personales. ¡Ay, quien iba a imaginar que no íbamos a poder vernos, abrazarnos, saludarnos o tomar algo juntos!. Así que, otro aprendizaje más. 

Como no hay mal que por bien no venga, las posibilidades de estar en contacto virtual son un estupendo aliado que nos viene de perilla. Ya, ya sé que el aplauso de las ocho - con todos sus aditamentos - nos hace sentir que no estamos solos. Sirve para reconocer a tantas personas (algunas muy cercanas) que atienden y mantienen la sanidad, la limpieza, los servicios básicos, la alimentación, el pan, los bancos, las tiendas y supermercados o los medios de comunicación, maestras y maestros, y seguro que hay más... 

Pero ¿no es verdad que nos viene muy bien saber que hay alguien más allá de las ventanas? Gente que, como nosotros, vive en este castillo interior que, parafraseando a santa Teresa de Ávila en sus Moradas, es “nuestro consuelo pues no hace falta permiso de los superiores para pasear por él a cualquier hora”. Me parece que este confinamiento nos puede ayudar a situar cada cosa en su sitio, no solo en casa, sino también a valorar lo importante. Y además, a usar mejor herramientas como la videoconferencia. 




 Las videoconferencias hacen más cercana la comunicación y en mi tarea de ordenar fotos digitales, me topo con esta que me recuerda la primera vez que participé en una video. Hace más de quince años y se hablaba que iba a ser herramienta fundamental un nuevo escenario laboral. Están buena parte de mis compañeras y amigas de trabajo (imbatibles cocos) que me enseñaron a defender la integración de los valores familiares en la empresa y la necesidad de buscar mecanismos para una transformación de calado.

Todo se transforma, de Jorge Drexler, desde el Teatro Solís, de Montevideo

Hoy tendré alguna videoconferencia y videollamada. Aprovecharé para hablar con mis cercanos, ahora distantes físicamente, para felicitarlos por san José, que hoy es su fiesta, incluso para practicar inglés o para charlar con familia y amigos, desde casa, claro, pero con imagen y sonido, que para eso esta herramienta nos ayuda a suplir no vernos en alguna terraza o estar físicamente en una reunión. A ver si cuando pase esto tampoco se nos olvida que la flexibilidad que estamos practicando estos días, es una buena aliada de la conciliación y nos ayuda más a compartir mejor la vida cotidiana.

¡Ah! mi madre me ha recordado, en una de las múltiples llamadas diaria, que es por san José cuando hay que plantar las pepitas de las guindillas rojas. ¡Que dicha que ella siga marcando el tiempo a través de un calendario tan auténtico y nos lo enseñe!


 Una cita 

Si la identidad de pueblo está fundada de modo estructural en la actuación concreta de las mujeres, tanto en lo que se refiere al líder, como en lo que se refiere al mismo pueblo, es que ellas no sólo son pueblo desde una vertiente generativa, sino que entran de lleno en la identidad sociopolítica y religiosa del mismo

Distintas y distinguidas – Las mujeres en la Biblia y en la Historia –
Mercedes Navarro / Carmen Bernabé
Publicaciones Claretianas, 1995

miércoles, 18 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Día Cuarto - Sombras (y luz)



18 de marzo. Día cuarto


A eso de las primeras horas del amanecer no sé muy bien si son las sombras o es la luz lo que me despierta. Alguna vez tendré que aprender a descubrir que las sombras difuminan lo que la luz deslumbra. 

La sombra hace posible el claroscuro y permite apreciar los contrastes. En esa penumbra que empieza a desvanecerse a medida que la luz de la mañana se levanta, mis pensamientos dan vueltas en la cama. El descanso nocturno parece terminar y la mejor opción es levantarse. 

Hoy hay algún ajetreo en la calle, están limpiando los contenedores temprano. La higiene es esencial en este tiempo. No sé si es que estoy desvelado o si es que hay algo por revelar. 

El confinamiento es llevadero pero nos sitúa en la compleja realidad que se esconde más allá de nuestras ventanas. Las noticias nos tienen abrumados. No podemos saber si las medidas se tomaron a tiempo o si el tempo que nos hemos marcado no está bien medido. Los casos crecen, la duda empieza a campear, los datos complican el día a día de muchos. La preocupación se instala en tantas personas que verán resentido su porvenir. Esto es muy serio.

Clarea ya el alba amanecida. Suelo escribir a mano, poniendo tinta sobre papel por aquello de dar sentido a la caricia suave que marca el bolígrafo sobre la tersura de una hoja en blanco. Entre renglón y renglón, susurro una oración, como si fueran maitines, y siento que el día está ya aquí. Un café, una mirada a la calle como si el horizonte próximo se antojara lejano, una lectura rápida de wasap de amigos, una vuelta por las redes sociales y me dispongo a ordenar algunas fotos más.



Encuentro la que me hace poner una canción que con su melodía invita a la esperanza. ¡Ah! Qué necesaria me parece en estos días de confinamiento e inquietud. Y viendo la foto del faro de Capdepera, en las Baleares, me vienen a la memoria afectos y vínculos. Serrat me ofrece su canción alegre en esta mañana del día cuarto y me quedo con esa sensación agridulce de estar aprendiendo bastante estos días, pero sin saber muy bien cómo y cuándo terminará todo.

Vuelvo a las fotos y escucho la letra de la canción y su agradable melodía. Recuerdo las panorámicas y el viento de los enclaves del faro de Capdepera y comprendes mejor aquellos versos en la voz de Serrat en esta, que para mí es una de sus muchas canciones eternas. Antes que nada partidario de vivir

Escúchenla… anima bastante.



Y recuerdo que este virus vino de Oriente, de la China. ¿Vendrá de allí la solución?  Leo que un chino de mi pueblo ha donado material de desinfección, guantes y mascarillas para la limpieza de edificios municipales. Está nublado y no brilla hoy el sol, por eso la penumbra hace la estancia más intimista.

Y cuando las sombras se han difuminado casi por completo, recuerdo que los orientales son maestros de las sombras, desde los títeres a sus casas. 

Lo escribía Jun'ichirō Tanizaki. A ellos les gusta “esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apenas un último resto de vida (…) esa claridad sobre una pared, o más bien esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cansa jamás”.

¡Ánimo!, entre todos esto se va a superar. Y sobre todo ¡gracias! a quienes corresponde asumir - y cómo lo están haciendo- tanta carga en esta travesía. 

Algunos de nosotros, a fin de cuentas, solo tenemos que quedarnos en casa. 

Una cita

tienes tanto
pero siempre quieres más
deja de buscar todo lo que no tienes
y echa un vistazo a todo lo que haces

-donde habita la satisfacción

El sol y sus flores
Rupi Kaur
Seix Barral 2013