18 de marzo. Día cuarto
A
eso de las primeras horas del amanecer no sé muy bien si son las sombras o es la
luz lo que me despierta. Alguna vez tendré que aprender a descubrir que las
sombras difuminan lo que la luz deslumbra.
La sombra hace posible el claroscuro
y permite apreciar los contrastes. En esa
penumbra que empieza a desvanecerse a medida que la luz de la mañana se levanta,
mis pensamientos dan vueltas en la cama. El descanso nocturno parece terminar y
la mejor opción es levantarse.
Hoy hay algún ajetreo en la calle, están
limpiando los contenedores temprano. La higiene es esencial en este tiempo. No
sé si es que estoy desvelado o si es que hay algo por revelar.
El
confinamiento es llevadero pero nos sitúa en la compleja realidad que se
esconde más allá de nuestras ventanas. Las noticias nos tienen abrumados. No podemos
saber si las medidas se tomaron a tiempo o si el tempo que nos hemos marcado no
está bien medido. Los casos crecen, la duda empieza a campear, los datos
complican el día a día de muchos. La preocupación se instala en tantas personas
que verán resentido su porvenir. Esto es muy serio.
Clarea
ya el alba amanecida. Suelo escribir a mano, poniendo tinta sobre papel por
aquello de dar sentido a la caricia suave que marca el bolígrafo sobre la
tersura de una hoja en blanco. Entre renglón y renglón, susurro una oración, como si fueran maitines, y
siento que el día está ya aquí. Un café, una mirada a la calle como si el
horizonte próximo se antojara lejano, una lectura rápida de wasap de amigos, una vuelta por las redes sociales y me dispongo a ordenar algunas fotos más.
Encuentro
la que me hace poner una canción que con su melodía invita a la esperanza. ¡Ah!
Qué necesaria me parece en estos días de confinamiento e inquietud. Y viendo la
foto del faro de Capdepera, en las Baleares, me vienen a la memoria
afectos y vínculos. Serrat me ofrece su canción alegre en esta mañana del día
cuarto y me quedo con esa sensación agridulce de estar aprendiendo bastante
estos días, pero sin saber muy bien cómo y cuándo terminará todo.
Vuelvo
a las fotos y escucho la letra de la canción y su agradable melodía. Recuerdo las panorámicas y el
viento de los enclaves del faro de Capdepera y comprendes mejor aquellos versos en la voz de Serrat en esta, que para mí es una de sus muchas canciones eternas. Antes que nada partidario
de vivir.
Escúchenla… anima bastante.
Escúchenla… anima bastante.
Y recuerdo que este virus vino
de Oriente, de la China. ¿Vendrá de allí la solución? Leo que un chino de mi pueblo ha donado material de desinfección,
guantes y mascarillas para la limpieza de edificios municipales. Está nublado y
no brilla hoy el sol, por eso la penumbra hace la estancia más intimista.
Y cuando las sombras se han
difuminado casi por completo, recuerdo que los orientales son maestros de las
sombras, desde los títeres a sus casas.
Lo escribía Jun'ichirō Tanizaki. A ellos les gusta “esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia
incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que
conserva apenas un último resto de vida (…) esa claridad sobre una pared, o más
bien esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cansa
jamás”.
¡Ánimo!, entre todos esto se va a superar. Y sobre todo ¡gracias! a quienes corresponde asumir - y cómo lo están haciendo- tanta carga en esta travesía.
Algunos de nosotros, a fin de cuentas, solo tenemos que quedarnos en casa.
Algunos de nosotros, a fin de cuentas, solo tenemos que quedarnos en casa.
Una cita
tienes tanto
pero siempre quieres más
deja de buscar todo lo que no tienes
y echa un vistazo a todo lo que haces
-donde habita la satisfacción
El sol y sus flores
Rupi Kaur
Seix Barral 2013
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