15 de marzo. Día primero
Me he propuesto, y así cumplo un ejercicio que llevaba tiempo queriendo hacer, marcar cada uno de los días de esta cuarentena - o algunos de ellos - escribiendo unas líneas. Empiezo con uno de los lemas que me inspiran para identificar mejor lo que va a ocurrir en nuestras vidas en este retiro: La importancia de lo cotidiano.
Porque lo cotidiano es lo diario lo que corresponde a todos los días o aquello que se convierte en rutina, escondiendo u ofreciendo lo maravilloso que es darnos cuenta que cada día sucede.
No nos damos cuenta de las cosas que pasan a nuestro alrededor. En muchos casos porque no les prestamos atención y ni siquiera miramos al entorno cotidiano como algo interesante que necesita ser conocido y reconocido.
Estos días en que las circunstancias nos confinan al espacio del hogar por la situación sanitaria que nos obliga a ello, una especie de extrañamiento interior puede ser provechoso y ha de servirnos para mirar con otra perspectiva para observar lo que nos rodea, el espacio cotidiano, las personas con las que convivimos, las cosas que hacemos.
El día a día de nuestras vidas iba demasiado deprisa y un parón así, de vez en cuando, salvando las complicaciones no deseadas que originan que se produzca, nos puede advertir sobre aquello que tenemos más cerca. Hay quien piensa, no sin criterio razonable, que es necesario que nos demos cuenta de nuestra fragilidad, de nuestro papel en el mundo, de cómo hacemos las cosas o qué plan de vida tenemos. Ya sea la Naturaleza, el Ser Creador para los que somos creyentes, la confluencia de los astros o la era en la que nos encontramos, lo cierto es que estamos abocados a vivir más de cerca, cuidarnos y cuidar a los demás. Y lo hacemos en un internamiento forzoso que, casi sin darnos cuenta, nos trae una valiosa espera. Es aquí donde tenemos que apreciar que nos lleva a vivir lo colectivo desde el sentido responsable de cuidar de los demás, pero también desde la oportunidad manifiesta de apreciar, conocer, compartir y valorar lo más cercano, incluso empezando por uno mismo.
El confinamiento que vamos a compartir es una oportunidad para hacer aquellas cosas que llevábamos tiempo sin practicar. Compartir días en familia o en pareja, para quienes viven en soledad será tiempo también de búsqueda o connocimiento, leer o escribir, jugar con los pequeños - y con los no tan pequeños - aún a fuerza de asumir la carga que conlleva, cuidar unos de otros, rezar y reflexionar, apreciar una charla en familia o usar las redes sociales, el teléfono o el wasap para el contacto que añoramos, ahora que en tiempo real no podemos tenerlo.
Estos días de interior - cuasi claustral - nos permitirán apreciar el tiempo diario como una secuencia temporal de la que emana, de verdad, el espacio vital que nos absorbe. Y podremos aprender a practicar, a conocer, a valorar, que todo lo que vamos a hacer no es otra cosa que darnos cuenta, en este camino, de la importancia de lo cotidiano.
Una cita:
"La imagen del laberinto se nos presenta, pues, como emblemática del trabajo entero de la Obra, con sus dos mayores dificultades:la del camino que hay que seguir para llegar al centro - donde se libra el rudo combate entre las dos naturalezas - y la del otro camino que debe enfilar el artista para salir de aquél. Aquí es donde se necesita el hilo de Ariadna, si no quiere extraviarse en los meandros de la obra y verse incapaz de salir".
Fulcanelli en "El misterio de las catedrales".
"La imagen del laberinto se nos presenta, pues, como emblemática del trabajo entero de la Obra, con sus dos mayores dificultades:la del camino que hay que seguir para llegar al centro - donde se libra el rudo combate entre las dos naturalezas - y la del otro camino que debe enfilar el artista para salir de aquél. Aquí es donde se necesita el hilo de Ariadna, si no quiere extraviarse en los meandros de la obra y verse incapaz de salir".
Fulcanelli en "El misterio de las catedrales".
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