Hoy, cuando han pasado treinta años de aquella convocatoria, algunos recordamos en primera persona lo que supuso el paso decisivo en una transición que fue larga y que se había fraguado gracias al esfuerzo de muchos políticos y personas que trabajaron duramente desde el exilio interior o exterior para terminar con la dictadura. Para llegar a las elecciones hubo momentos muy destacados, de los que también se han cumplido treinta años en este 2007. Entre ellos la recuperación y legalización del movimiento sindicalista democrático; la legalización del Partido Comunista, que fue todo un hito en aquella semana santa; la concentración de las fuerzas liberales, de la democracia cristiana y de una serie de herederos aperturistas del régimen en la Unión de Centro Democrático; la fuerza con que irrumpían los partidos en el escenario de una nueva España que quería recuperar la libertad y la democracia perdidas desde los sucesos del 36; las esperanzas en la monarquía que fundada en los principios que D. Juan de Borbón había inspirado en D. Juan Carlos, habría de contentar incluso a los republicanos que supieron ceder en beneficio de los españoles. En fín una serie de novedades para los que éramos entonces niños y que suponían una auténtica aventura hacia el ejercicio de las libertades cuyo primer testimonio era precisamente poder ejercer el derecho al voto.
Muchos temores quedaban en los que no querían que nada cambiara. Muchos miedos había también entre la gente que recordaba los años duros de la represíón y era lógico que algunos mayores dijeran: ”No señalarse, ni derecha ni izquierda, mejor el centro”... Y eso fue lo que pasó. El Centro Democrático consiguió sus objetivos tras aquel lema del ”Habla, pueblo, habla....” que se utilizó en el referéndum de 1976. Ý muchos seguíamos comprobando cómo la democracía iba esparciendo semillas que tendrían que arraigar en la fértil tierra: con manifestaciones, con reuniones todavía clandestinas, con mítines y con encuentros en los que, como pasaba en PROMI, Jarcha entonaba el que hoy es considerado lema de la transición, aquel ”Libertad sin ira” que todavía sigue inspirando los principios de un sistema que, a pesar de las posibles deficiencias que pueda tener, es el mejor de los posibles: la democracia en la que el pueblo tiene la soberanía popular. Y sobre todo, muchos pensaban que, cuando pasaran 30 años, todo sería diferente. Y vaya si lo es: feliz aniversario al voto popular de aquellas elecciones del 15 de junio de 1977 que es lo mismo que felicitar al pueblo español en conseguir tan legítima y noble aspiración democrática.
«¡Qué cambio tan impresionante! ¡Qué gran país hemos hecho entre todos!». Así lo expresó ayer Su Majestad el Rey en un discurso absolutamente excepcional -uno de los pocos que no supervisa el Gobierno, junto con los mensajes de Navidad-, en el que Don Juan Carlos reivindicó los valores de la Transición, que tanto progreso han aportado a España, y aquella «manera de hacer política», cuando todos apostamos por «el respeto mutuo, la tolerancia, la reconciliación y la concordia».
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