Radio Atalaya FM 107.3

martes, 21 de diciembre de 2010

Solsticio de invierno: anuncio de la Navidad.

La luna llena del invierno aparecía nítida y brillante en un claro del cielo nublado y lluvioso de la noche del 21 de diciembre.

Una luna que nos anunciaba el Solsticio de Invierno. Una fiesta llena de reminiscencias antiguas, de sentidos de lo religioso en la historia del género humano. Una luna que era festejada por celtas y romanos, por japoneses y escandinavos, por mayas y aztecas, por tantas y tantas culturas que tienen un sentido astral de los tiempos y de las estaciones.

El ciclo lunar de este solsticio es también la fecha elegida para celebrar un acontecimiento que cambió la faz de la tierra: el nacimiento de Jesús. Y digo que es la fecha elegida por que así lo asumieron quiénes quisieron hacerlo coincidir con una fecha especial para tantas civilizaciones. Lo de menos, desde mi punto de vista, es que la fecha coincida o no realmente con el acontecimiento. Pues éste, es más importante que lo accesorio de la fecha, por muy importante que sea la elegida y por más que haya quién no alcanza a comprender que es un argumento fácilmente contrastable y que, al menos a mí, me parece acertado.

Hacer coincidir la celebración de la Navidad con el Solsticio de Invierno, no es pues criticable sino digno de reconocimiento.

Con la luna llena de esta noche, la cercanía de la Navidad se hace más próxima, y celebrarla supone unirse a los miles de seres que a lo largo del tiempo y de la historia así lo han hecho y así lo hacen. Y aún conociendo los mitos y sus explicaciones, la singularidad para muchos de quiénes la celebramos desde una determinada creencia, no es más que descubrir en el brillo de la noche, la Luz que ilumina eternamente y que, cíclicamente, desde el cielo, se nos anuncia con una luna llena que refleja las luminarias del Sol esplendente.

Sólo falta que el sentido de la fiesta recupere lo poco que pueda quedar de su verdadero significado y no se vea apagada por lo artificioso. Y eso es lo que realmente nos cuesta. Desear Feliz Navidad o Feliz Solsticio invernal, no debe ser sólo un mensaje vacío, sino una apuesta por convertir el rito, en una vivencia compartida que muestre las claves de un Amor sin límites y de una Fraternidad universal que, desde la historia encarnada, nos ofrece ese Niño nacido entre una mula y un buey, y que cambió la trayectoria de los tiempos.

Aunque nos pase como a quiénes lo anunciaron los profetas Isaías o Habacuc, que aún enterándonos, no queramos comprenderlo.

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