Radio Atalaya FM 107.3

martes, 6 de marzo de 2007

LA LEY DE LA SILLA

Próximos a celebrar el día de la Mujer trabajadora conviene echar una mirada a nuestro alrededor para comprobar cual es la situación real de las mujeres que, además del trabajo doméstico, realizan otros trabajos fuera del hogar. A mi modo de ver seguimos teniendo una serie de elementos que impiden poder afirmar que la igualdad sea una meta conseguida. Como mucho podemos admitir que es un camino en el que se van dando pasos, quedando mucho por andar. A pesar de las cuotas (a las que se refiere nuestro colaborador Manuel Moreno López en un artículo que incluiremos en página los próximos días), a pesar de las medidas que desde distintas administraciones se han puesto en marcha para conciliar la vida familiar y doméstica (cosa bien difícil), a pesar de las continúas reivindicaciones políticas, sociales y sindicales, el tema sigue pendiente.
El mismo año que se fundo LA OPINIÓN de Cabra, 1912, y concretamente el día 27 de febrero, entró en vigor en España una ley que podría considerarse ”avanzada” para permitir el trabajo femenino: la ley de la silla, ésa que buscaba la entrada de la mujer al mercado laboral mediante la incorporación de sillas en los puestos laborales ocupados por ellas. El objetivo era que no se cansasen las que mal que nos pese, siguen estando consideradas como el sexo débil. ¿Sexo débil?. Pues que se lo pregunten a las madres trabajadoras, a las que van a coger aceitunas, a las que trabajan en las obras, a las que friegan escaleras, a las que soportan las duras cargas del mundo rural (ese que parece que no existe pero que todavía constituye un porcentaje elevado en buena parte de nuestros pueblos), a las que están soportando cargas familiares que incluyen atención a personas mayores, a niños pequeños, a hijos con problemas de todo tipo, a maridos o compañeros ”complicados” por razones de alcohol, mujeres o vaya usted a saber que cosas.En fin, mujeres que han demostrado y demuestran cada día que son las auténticas valedoras de la institución familiar, sin las que sería imposible que nacieran los hijos y que se amamantaran en sus primeros meses de vida.
Mujeres que son capaces para puestos de responsabilidad profesional y política. Mujeres que, desde las más diversas situaciones sufren el problema de una sociedad que sigue siendo machista. Por no hablar de tantas mujeres que son maltratadas, violadas, que sufren vejaciones de todo tipo y, lo peor de todo, que mueren a manos de quiénes se siguen considerando sus dueños. Sirvan estas líneas para reivindicar, desde nuestra condición masculina, el papel de la mujer en nuestra sociedad. No solo el papel de las grandes profesionales que tenemos en todos los ámbitos del mundo laboral y docente, sino y sobre todo, de las anónimas madres de familia, verdaderas protagonistas de que el mundo siga su curso y sin las que nuestra civilización podría mantenerse. A ver si de una vez por todas nuestros gobernantes se enteran que lo que hay que potenciar es menos publicidad y más dinero para permitir a las mujeres que quieran, continuar desempeñando dignamente su papel de madres. Y dignamente, entre otras cosas, es ganando también dinero por lo que hacen.

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