Radio Atalaya FM 107.3

jueves, 25 de enero de 2007

EL ENCANTO DE LA NIEVE

Está nevando en media España y son muchos los pueblos y ciudades que aparecen blancos en estos días. La nieve ha hecho su aparición y trae consigo la alegría de los más pequeños, el encanto de paisajes nevados, la esperanza de que se convertirá en agua para nuestros campos y también los problemas que ocasiona en carreteras, pueblos incomunicados, frio y otros que son noticia de primera plana en informativos y periódicos.
Pensaba esta tarde, viendo la Sierra de Cabra nevada casi desde la Via Verde, cómo la nieve nos hace a todos más vulnerables. Nos transporta a tiempos en los que el hombre debía refugiarse ante las inclemencias del tiempo y se sentía impotente ante las adversidades climatológicas. La nieve, aún en estas épocas de la tecnologia punta, los avances ciéntificos y la más moderna infraestructura viaria, nos convierte en trogloditas. Seres humanos que no pueden contra las fuerzas de la naturaleza y tienen que buscar cobijo en sus cavernas, aguardar a que pase el temporal y suspender buena parte de nuestras actividades, consiguiendo ganar la batalla al estrés, a la rapidez cotidiana, a las numerosas obligaciones que, a diario, nos hacen olvidar que el tiempo es un invento nuestro y que la medida de las cosas es más sencilla de lo que nos marcan las agujas del reloj que nos controla.
La nieve trae problemas para una sociedad demasiado civilizada. Pero tiene el encanto de convertirnos en niños que juegan a hacer muñecos blancos, a tirar bolas a nuestros amigos, a mojarnos en medio de un jardin blanco y que, al final, nos devuelve un poco a nuestra auténtica y genuína manera de ser especie humana, que ha de batirse con la naturaleza y adaptarse a ella, olvidando por unos días, ese frenético día a día que nos convierte en ciudadanos robóticos de una sociedad tecnológica y excesivamente mecanizada.
El encanto de la nieve, además de ser la esperanza de una primavera llena de color y vida, es la vuelta a esa singular forma de vida en la que, nos guste más o menos, ha de acomodarse a lo que nos marque el pulso de la vida sin que nosotros podamos hacer otra cosa que disfrutar del paisaje mientras nos sentimos más cercanos a los que, la incomunicación del territorio, devuelve el auténtico sentido de una socialización primaria que muchas veces olvidamos.

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