Quizá sea pecar de alarmista pensar en el fin del mundo, pero la cosa se pone fea. Poco después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki nació el Reloj del Fin del Mundo para denunciar que la carrera atómica ocasionaría la destrucción del mundo. Desde 1947, en dieciocho ocasiones se ha ido moviendo la manecilla larga de este reloj (como si fuera el brazo de la dama de la medianoche que acecha nuestras vidas). Al contrario de lo que sucede en la noche del 31 de diciembre, cuanto más lejos esté de las 12, mejor. Unas veces ha estado más cerca y otras más lejos, según hayan sido los avances antinucleares a critero de un grupo de ciéntificos de la Universidad de Chicago.
En 1953, cuando Estados Unidos probó con éxito su bomba de hidrógeno, el reloj marcó sólo dos minutos para llegar a esa fatídica hora, siendo su mejor momento en 1991: se consiguió retrasar ese reloj hasta las 11:43h., cuando soviéticos y estadounidenses acordaron la reducción de arsenales nucleares. En 1995 se adelantó 3 minutos, cuando esos acuerdos quedaron en nada. En 1998, volvió a adelantarse hasta las 11:51h. de la noche, a causa de las pruebas atómicas de la India y Pakistán, lo que se consideró un "golpe decisivo" para decir adiós para siempre a las bombas atómicas. En 2002, el gobierno de los Estados Unidos rechaza una serie de tratados del control de armamentos, anunciando sus intenciones de retirarse del tratado del misil antibalístico y los terroristas intentan adquirir las armas nucleares. El reloj cambió a siete minutos a la medianoche.
Hace solo unos días ha vuelto a producirse un adelanto en este reloj por los temores de los actuales conflictos que hay en el mundo y también por la amenaza de cambio climático a la que según parece, estamos destinados.
Miedo me da ver cómo los ciéntificos se apresuran a modificar la hora del reloj fin del mundo que es lo mismo que anunciar la llegada de la destrucción a consecuencia de la acción del hombre, que no solo son guerras e intervención nuclear sino también contribuir decisivamente a la pésima situación medioambiental en que nos encontramos (incluyendo en ella la pobreza extrema de algunos pueblos y las grandes desigualdades).
Suenan las alarmas de forma objetiva y rigurosa. Mientras tanto nos afanamos en no sé cuántas cuestiones estériles y quizá pueriles que, lejos de llevarnos a algo, nos van a llevar a nada. A la nada. A esa nada en la que se va a convertir este planeta si seguimos actuando de esta manera.
Menos mal que, aunque sea con muchos problemas, los ecologistas y cuántos jóvenes y mayores trabajan por un mundo mejor, siguen reivindicando una forma de vida que pueda cambiar esta carrera hacia ninguna parte que nos anuncia ese reloj del fin, que válgame Dios, está a poco menos 5 minutos para el adiós nuclear. O el que provoque el calentamiento glogal.
De niño solía causarme algo de insomnio la sola idea de la medianoche. Ahora me da pánico, por eso espero que este reloj no llegue a esa hora y pueda seguir despierto.
1 comentario:
Creo que eres algo apocalíptico.
Igualmente creo que son los grandes líders políticos de este mundo los cabrones que están haciendo que ese reloj se mueva tan rápido. Esos carniceros que nunca deberían pasar a la historia.
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